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Soy un mexicano nacido en 1976. Atraído por la cinematografía desde pequeño. El disponerme a ver una película es uno de los momentos que más disfruto y procuro hacerlo regularmente. Algunos años de mi vida los pasé en una escuela de cine y, quizás por ello, no descarto del todo –como cualquiera dentro (o incluso fuera) de la misma situación– inmiscuirme posteriormente en algún proyecto personal. Me asumo de entrada como un espectador: un cinéfilo más.
Después de pensarlo mucho (a ver si mejor no debí continuar dándole vueltas) decido abrir La butaca alada.
Es mi intención verter en este espacio diversas reflexiones en torno de algunas de las películas que considere, más que pertinente, necesario abordar; además, procuraré plasmar una serie de consideraciones personales acerca del universo cinematográfico en general.
En algunas ocasiones adoptaré la reseña; en otras me abocaré a algunos de los tópicos expuestos en los filmes; en algunas más, tal vez, me referiré especialmente a los realizadores que los permitieron. Lo haré un tanto libremente. La constante, espero, será el intentar transmitir en lo dicho el entusiasmo, las interrogantes, la admiración, el gozo, la incomodidad, la confrontación, en fin, aquellos elementos que en mí se despertaron ante la exposición de la obra cinematográfica en cuestión y que considero, por ello, merecen la pena –no la pena sino el gusto– de ser abordados.
Contingentemente escribiré sobre asuntos que suelen ser inherentes a la búsqueda de la satisfacción ante la exposición al espectáculo cinematográfico: pienso en la experiencia de acudir a la sala de cine y en todos los factores que conjuran para arruinar dicha celebración: pienso en la renuencia de los grandes exhibidores por mostrarle a su público un ramillete fresco de películas de procedencias y temáticas diversas y limitarnos las más de las veces, estrechamente, a aquellos títulos que de por sí –y probablemente no sin ansia– veremos; asimismo, pienso en el público repelente a recibir propuestas apenas diferentes al tipo de películas que rigen su norma.
El público: comunidad tantas veces carente de educación civil (por no decir sólo cinematográfica, aunque, en éste sentido probablemente sea más propio hablar de cultura) que concurre en la sala con la finalidad de masticar palomitas, propinar puntapiés al asiento de la hilera de enfrente o, de plano, suspender los pies en la cabecera del mismo, además de atender acuciosamente sus artilugios de comunicación móvil y chismorrear entre sí, como si de una cafetería se tratara y no de un cine; de alguna manera ese público, el que se mete en todo menos en la pantalla –que desperdiga su mente en tanto el sagrado misterio se manifiesta, también será objeto de rondas en estas líneas.
Pienso, primeramente, en una butaca. Aquella en la que cada vez que presencio una película espero haber atinado en apoltronarme. Esa butaca es un asiento mágico, a veces cómodo y otras –para bien– no tanto. Un lugar en el mundo que me proporciona las alas, por un espacio de tiempo dictado por el cine, para permitirme mirar el universo: para verme a mí mismo en una pantalla, que se borra, transparentándome.
Aunque muchas veces una habitación se convierte en una sala de cine, y una cama o un sillón cualquiera en butaca, el ritual permanece: no sólo en el templo se verifican los creyentes.
Hay tal cantidad de butacas aladas como espectadores dispuestos a sentarse en ellas.
Complementariamente, en @cinencomienda consignaré sucintamente algunos de los títulos que la cartelera en general vaya prodigando, además de alguna que otra cosa relacionada. El sitio también emitirá alertas sobre la eventual publicación de nuevas entradas en La butaca alada.
[ Mi butaca levantó el vuelo (o eso quiero creer) realmente en una fecha indefinida. Éste blog, sin embargo, lo hace el miércoles 9 del mes 9 del 2009, y siendo las 9 horas con 9 minutos (GMT -06:00). 9 días antes de mi cumpleaños. ]
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Una felicitación por este nuevo blog, esperemos ver muchas entradas más en el futuro.
ResponderEliminarMe llama la atención especialmente el párrafo en el que se dice "ese público, el que se mete en todo menos en la pantalla –que desperdiga su mente en tanto el sagrado misterio se manifiesta."
Me pregunto, ¿acaso genera tanta ansiedad el volar sentados en la butaca, que necesitamos de cuchichear con el de junto y, sobre todo, atascarnos las jetas con un sin fin de golosinas mientras vemos la película, precisamente, para no dejarnos llevar y perdernos en el sagrado misterio que el autor ha mencionado?
Quizá eso vaya de la mano con la creciente tendencia de las películas veraniegas a ser una BASURA y a no transportarnos a ningún lado más que a los brazos de morfeo!!
O quién sabe qué es lo que estoy pretendiendo decir.
Felicitaciones, una vez más.
¿No será que esos espectadores no vuelan porque la butaca no puede despegar con el peso de tantas golosinas almacenadas en sus estómagos?
ResponderEliminarUn abrazo frateeeerno.